Acharya Nityananda: una reseña
Nací en Valencia, España, el tercero de cinco hermanos. Mi padre era dentista. Me pasé la niñez felizmente peleándome con el resto de mis hermanos, cualquier excusa era bienvenida. Mi madre era una persona muy espiritual, ella grabó en mí la siguiente cita de San Agustín: “Fuimos hecho para Ti, y no seremos felices hasta que estemos contigo”. Hasta los 18 años estudié en un colegio católico para chicos, en el que la religión era muy importante. Estoy muy agradecido por varios profesores que tuve allí. Recuerdo que uno de ellos nos daba unas inspiradoras clases de religión, contando maravillosas historias espirituales de forma que el tiempo se detenía y nuestro corazón se ponía a vibrar con el deseo de ser buenos y estar con Dios.
Estudié Ciencias de la Información en una universidad ultra católica. Allí conocí a la que sería mi mujer. En aquella época descubrí a Jung y su interpretación de los sueños, me abrió un mundo nuevo, ya que puede interpretar mis propios sueños – sueño mucho – y descubrir mensajes espirituales tras ellos, lo que cuestionaba todo lo que había aprendido hasta entonces. Dejé entonces de tener interés por religiones dogmáticas.
Tras la universidad trabajé en un periódico y en diferentes medios de comunicación escritos. Rápidamente perdí mi interés en ser periodista famoso, al ver el estado de las personas que trabajaban en el diario: algunos estaban alcoholizados, otros no tenían más vida personal que la redacción del diario. Ahí comenzó mi búsqueda espiritual. Agradezco mucho la formación que recibí con el periodismo, ya que aprendes a cuestionar los discursos que te dan, en tu busca de la verdad. Tras probar todo tipo de cosas raras que ofrecía el mercado espiritual local, empecé mis sesiones de Rebirthing y descubrí que cerca de Valencia había un ashram de Haidakhan Baba, un santo de la India cuyos seguidores piensan que es una manifestación de Babaji. Fui absolutamente feliz en el tiempo que pasé allí, y por primera vez en mi vida me sentí en casa, en medio de las ceremonias de fuegos, los cantos, los mantras y la práctica de Karma Yoga. Y sentí que Haidakhan Baba era mi gurú. Siguiendo las prácticas de purificación, me rapé la cabeza durante 9 meses, idea a la que se apuntó mi novia. Cuando iba por la calle muchos pensaban que era un skinhead, y algunos amigos de mi antiguo colegio católico piensan, desde entonces, que me he metido en algún tipo de secta. Cortarme el pelo es una de las mejores cosas que he hecho en mi vida, ya que rompí con todas las expectativas que se tenían sobre mí, dejándome libre para buscar mi propio camino. Una especie de suicidio social que me liberó.
Cuando se cerró el ashram de Haidakhan Baba comprendí que necesitaba una disciplina espiritual personal, aparte de los grupos espirituales. Busqué maestros de Kriya Yoga, inspirado por el libro “Autobiografía de un yogui”. En aquella época una persona le dio un ejemplar de Yoga Journal a mi mujer en la que salía un anuncio de Marshall Govindan y el Kriya Yoga de los 18 Siddhas. Le escribí a Canadá para ver si podía venir a España, y me contestó muy amablemente. También escribí a Daya Mata y posteriormente a Yogui Ramaiah, que me invitó a ir a India. Finalmente recibí la iniciación de Kriya Yoga por parte de la Self-Realization Fellowship, ya que era la opción más accesible para mí, y además, había perdido la carta de Govindan.
Tras algunos años en la organización de Yogananda, sentí que mi práctica espiritual y mi vida estaban estancadas. Había un divorcio entre mi vida espiritual y mi vida diaria que sentí que no era sano. Reencontré la carta que me envió Govindan, y tras, algunas gestiones, conseguí organizar que viniera a Valencia para dar un primer nivel. En mis sueños se me decía que Govindan “era como Babaji”, así que los presagios eran buenos.
Disfruté con la primera conferencia sobre Kriya Yoga que dio M. Govindan en Valencia, era el “puro sentido común” espiritual que buscaba. Las técnicas me parecieron muy simples (quizá como periodista buscador de sorprendentes y sofisticadas revelaciones esotéricas) pero me dije que les daría una oportunidad, las probaría y vería los resultados.
Y seguí con ellas, hasta recibir las del tercer nivel. Estuve practicando desde entonces, con algunos altibajos, ya que también me atraía el Kriya Yoga tradicional de Lahiri Mahasaya. Con M. Govindan encontré un profesor con realización, honesto y generoso – algo bastante insólito en el mercado espiritual que conocía hasta el momento. Y con lo que aprendía de él empecé a integrar la espiritualidad con la vida diaria.
El Yoga de Jesús
Fue Govindan quien me sugirió que escribiera un libro sobre las enseñanzas de Jesús. Al principio me sorprendió, pues, ¿qué podría decir a estas alturas sobre Jesús que no se hubiera dicho ya? Él me dijo que cogiera una cita y meditase sobre ella usando las técnicas de Kriya Yoga, y que escribiese la inspiración que me viniera.
Así que me dediqué a ello, hasta acabar escribiendo el libro “El Yoga de Jesús”. Fue una época muy feliz de mi vida, recibí en meditación un mantra para conectar con Jesús. Escribir este libro me permitió hacer las paces con el pasado, con mi sociedad, con una parte de mí mismo. Descubrí que Jesús es un Siddha, un maestro de Yoga, y que Oriente y Occidente hablan de lo mismo, a veces incluso con las mismas palabras.
Posteriormente vi que muchos practicantes de Yoga sentían también la necesidad de integrar la figura de Jesús con su práctica de Yoga, así que creo que el libro también les sirvió para eso. Me he encontrado con algunas personas para las que ese libro – para mi sorpresa – fue una especie de catalizador en su búsqueda espiritual. A veces lo releo con sorpresa, tiene una energía especial que proviene, probablemente, no de mí, sino de estar en un estado de sintonía adecuado.
Tras acabar el libro me fui al norte de India con M. Govindan. Antes de salir supe que en Rishikesh había una cueva donde santos como Papa Ramdas o Swami Rama Thirta dijeron que había meditado Jesús mismo. Imprimí la descripción del lugar con la esperanza de poder encontrarlo y meditar allí. Nada más llegar a India una compañera de viaje me regaló una imagen de Jesús, la misma de la imagen del libro. En Rishikesh tomamos un taxi dos compañeros de viaje y yo, en busca de la cueva. Nada más llegar al lugar previsto, saqué mis notas… y allí había un indio que hablaba español, en dos minutos nos enseñó la cueva. Meditamos allí, una compañera lloró por la emoción que sintió en el lugar. Sentí una presencia sobradamente conocida y familiar, directamente vinculada con el corazón, y que el círculo se cerraba, que Jesús, Babaji, e India estaban perfectamente unidos. Me siento profundamente agradecido por esta experiencia.
Aurobindo y la Madre
Otra cosa que le agradezco a M. Govindan (¡ciertamente hay muchas!) y a Babaji es haber visitado con él el ashram de Sri Aurobindo en India, y Auroville, la ciudad creada por la Madre, su discípula y colaboradora. Nunca he sentido la presencia divina de forma tan evidente como en ese lugar… no una presencia mística y sutil, sino algo tan tangible que se podía tocar con la mano. Meditando en la habitación de la Madre, en el ashram de Pondicherry, le dije mentalmente que “se viniera conmigo a Valencia” – y me dio la sensación de que ella se partía de risa. Al año o así publiqué el libro “Enseñanzas de Sri Aurobindo y la Madre”, una introducción a sus enseñanzas yóguicas, recogiendo diversos textos significativos que traduje del inglés para mi uso personal. Aurobindo y la Madre son para mí una gran ayuda en mi camino del Kriya Yoga, y mi deseo era compartir la inspiración y la guía que recibo de ellos.
Kriya Yoga
Conforme pasa el tiempo me asombra la maravillosa simplicidad de las técnicas de Kriya Yoga. No me siento cómodo con el rol público de profesor (no lo soy, tengo mis propios problemas y desafíos), pero sí disfruto compartiendo con los demás lo que a mí me ha servido.
Y ciertamente, lo mejor del Kriya Yoga es que Babaji está detrás, sosteniendo y apoyando a los estudiantes. Su gracia tiene todas las formas posibles.
Disfruto escribiendo sobre el Yoga y sobre el Kriya Yoga, publicando artículos en mi web www.kriyayogadebabaji.net con el fin de ayudar a las personas que buscan la Verdad, compartiendo lo que me ha servido a mí. Enseñar el Kriya Yoga es para mí una forma de periodismo: compartir un conocimiento que no es mío, adecuándolo de la mejor a los que lo van a recibir, para que lo comprendan fácilmente y lo apliquen.
Quizá haya más libros en el futuro, si Babaji lo considera así. Creo que la lección última del Kriya Yoga es la apertura del corazón. Me gustaría aprender bien eso, y si es posible, transmitirlo.
Nityananda
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